sábado, 28 de julio de 2007

Queso y vino

Queso y vino, ese es el remedio que encontré para este lluvioso viernes por la noche. De fondo, una canción perdida de Cat Stevens, me recuerda que eso nunca, nunca sucederá. Lloro sin un motivo aparente, con ganas y el corazón encogido, aprovechando que nadie me ve.
El regalo dorado del queso se disuelve en mi boca amarga y combina perfecto con el trago silencioso que le robo a la copa. Esta soledad hasta hace unos días era sinónimo de paz pero se transformó de golpe en angustia y ni siquiera esta pantalla en blanco tiene la respuesta.
El magnífico Cat canta '¿Cómo puedo decirte que te amo?' y pienso en todos y cada uno de nuestros momentos juntos y en la cantidad de veces que escondí esas palabras, buscando una situación oportuna que jamás llegó.
Trago a trago tomo conciencia de que la soledad no protege, simplemente retrasa el sufrimiento y me envuelve en una atmósfera irreal, porque los sentimientos están ahi dentro mío, luchando por salir.
Esta distancia se vuelve insoportable, porque el espejismo inmediato de la red no es suficiente, y las esporádicas charlas en el chat, sólo dan noticias parciales, buenos deseos y uns sensación de cercanía que sólo permanece en el tiempo.
Quiero empezar una vida nueva, pero el destino cierra los ojos y me deja esperando en este verano gris. Quizás por eso mis ojos están imitando al cielo. Termino la botella y sé que esta deliciosa combinación no tiene la mágica receta para mi dolor. Me voy a dormir, con la cabeza revuelta y la vista nublada, esperando que, como tantas otras veces entres en mi sueño, te burles de las fronteras, las ocupaciones y la distancia. Y por fin, vengas a buscarme.

miércoles, 18 de julio de 2007

Ayyyy!! Las musas....

Esas que cuentan los griegos eran las que inspiraban a los artistas no han estado cerca mío en las últimas semanas. Cada vez que me siento delante del teclado, la hoja en blanco queda tal cual. Los intentos de frases se pierden, porque no les encuentro el sentido definitivo.
¡Qué paradoja! Tanto para decir y expresar y no saber por donde empezar. Espero sea nomás, una racha pasajera.

lunes, 2 de julio de 2007

Certezas

Recostada en su cama sin dosel, la mujer común soñaba con vivir un cuento de hadas y escribió cuatro cartas a hombres corrientes que alguna vez le parecieron príncipes.
El primero vivía cruzando el mar, en el norte de los Apeninos. Se cruzaron una noche de otoño al sur del sur y siguieron caminos diferentes. La declaración de amor platónico fue tardía y complicada. Hacía tiempo que no sabía nada de él, pero estaba segura que un día el mundo reconocería su inmenso talento. El segundo se cuestionaba cuál era nuestro lugar en el universo y soñaba con convertirse en hombre pez, capaz de conquistar los mares y la tierra. El tercero tenía el don de salvar vidas y vivía en un reino de hielo, con árboles gigantes rodeando el estuario más grande del mundo, donde es posible ver a las ballenas desde una canoa.
Aunque ya estaba casi en desuso, la mujer común se levantó temprano y sólo pidió tres sellos. La cuarta carta quedó guardada en un cajón colmado de esperanza. El destinatario era un hombre corriente al que aún no conocía, pero que algún día se cruzaría en su camino para compartir juntos la incesante búsqueda de la felicidad terrenal.